Erase una vez en un reino mágico donde hace mucho tiempo vivió un joven criado llamado Chauncey. Como todas las buenas historias esta comienza con el clásico “erase una vez”. El Rey se atraganta con un hueso y ahí está el joven Chauncey para salvarlo mientras el Chambelán entretiene a los invitados. Estando en deuda con Chauncey, el rey le regala su todopoderosa espada "Grimthwacker" y le envía a las llanuras de Shimto a construir una colonia y reventar a la horda. Lo mismo que tú harías cuando alguien te ha salvado la vida. Ésta es la base del juego, bastante sencilla pero que da para mucha diversión.
Se divide en dos partes, y ambas se influyen mutuamente a la vez que se desarrolla el juego. La primera es el turno estratégico, donde te dan dos minutos (tiempo real) para mover, comprar y vender cosas por todo tu reino. Para empezar, son sólo cosas básicas como trampas de clavos, vacas y vallas, pero llega el fin de año y es tiempo de ir de compras, pero de eso hablaremos más adelante. Una vez que has usado tus dos minutos o simplemente has llamado a la horda porque ya habías hecho todo lo que necesitabas, es hora de la acción. Aquí es donde tú controlas a Chauncey y te mueves con tu desproporcionada espada, Grimwacker, golpeando a la horda. Realmente es muy simple. El truco está en reventar toda la horda antes de que devoren todos tus cultivos, vacas, habitantes o destrocen las casas. Cuantas más cosas permanezcan en pie al final de la estación (o turno) más dinero obtienes, y el dinero es uno de los varios desafíos de este juego. Al final de cada año (que contiene 4 estaciones) tienes que pagar impuestos. Los impuestos aumentan cada año, por lo que es inteligente mantener algo de dinero en reserva. Una vez que has pagado los impuestos puedes usar el dinero restante para comprar mejoras como bombas, un anillo de teletransporte, muros sólidos de piedra, caballeros,… la lista continua y aumenta a la vez que el tiempo pasa. Sin embargo, gastar todo tu dinero en mejoras no es el mejor plan, ya que si cuando el recaudador de impuestos (el malvado Chambelán, como cuenta el manual) te visita tú no tienes suficientes coronas, la moneda usada en el juego, terminas en la cárcel y se acaba el juego. Los impuestos son el desafío principal del juego; de otra forma, simplemente sería una cuestión de sobrevivir a cada ataque, reconstruir la ciudad para la siguiente estación y seguir así hasta el infinito.
Una vez has logrado acostumbrarte a la ciudad de la que estás a cargo, es hora de ir al castillo a colocarte las medallas, tomar té y pastas y empezar en un nuevo lugar. Una de estas tres es mentira, así que escribe una postal a la dirección habitual… pasas tres años en cada lugar antes de que te vayas del mismo hacia nuevos pastos, teniendo cada uno de ellos nuevos componentes en la horda y también nuevos problemas ambientales, como la zona desértica (en la que prácticamente no hay agua) y los bosques, donde los pigmeos que componen la horda pueden esconderse en los árboles que están demasiado cerca de tu pueblo como para estar cómodo. ¿Por qué no derribar dichos árboles? Bueno, el espíritu del bosque se enfadaría y entonces tendrías un problema. Es sólo uno de los muchos detalles que hacen genial este juego. Otro son las interrupciones que hace el canal de noticias estilo CNN a lo largo del año. Es gracioso sólo por el tono de la voz en que se dicen las noticias, pero además afectan realmente al desarrollo del juego.
El dinero hace funcionar al mundo y hay ciertas formas de ganar dinero. Una es asegurarse de que la molesta horda no devora tus cultivos, vacas o ciudadanos (que a un coste de 100 coronas cada uno hace que sean caros de reemplazar incluso aunque te hacen ganar mucho dinero). Otra es hacer crecer y talar árboles, lo cual haces plantando árboles jóvenes por el precio de una corona, esperando unas pocas estaciones y vendiendo el árbol por cinco coronas. Tal vez no parezca mucho, pero es suficiente para asegurarse el dinero necesario para cuando venga el recaudador de impuestos. Una forma final es cuando revientas la horda; sé que he usado esta frase varias veces, pero cuando golpeas a un miembro de la horda con la espada, se infla y revienta como una burbuja. De todas formas, a veces cuando explotan dejan caer coronas, y un poco de dinero es mejor que nada.
El sonido del juego es bastante bueno, la voz del narrador es bastante exagerada, pero va bien con el estilo del juego. La música es un extraño híbrido de tecno, pero lo mejor (y lo que trajo recuerdos de mi infancia) es la horda cantando "awoooo awoooo". Los efectos, como el canto de la horda, no se hacen repetitivos demasiado rápido; pero si juegas durante horas sin levantarte del asiento (algo que no he hecho)... no, definitivamente no.
¿Problemas con el juego? No muchos, cuando haces el tonto es culpa tuya el que no estuvieras a tiempo de salvar a todos los ciudadanos. Mi mayor molestia con esto, especialmente hacia el final del juego, es que sólo puedes grabar la partida al final del año, así que puedes trabajar a tu manera en invierno sólo para ser erradicado por algún miembro todopoderoso de la horda que tiene parecido con una casa, sólo un poco más rápido y unas 8 veces más estúpido. Es una vergüenza, pero adivino que esto le añade más valor a esa importante palabra que es “desafío”.
Le doy a este juego un claro cinco porque es divertido y distinto a la mayoría de los juegos de estrategia o acción en el sentido en que es ambos tipos de juego a la vez. ¡Ah! Y cuidado con el giro sorprendente que hay al final... Probablemente lo veas venir, pero eso no es lo importante.